A lo largo del devenir histórico, a las mujeres —la mitad del Cielo, como las denominaba Mao Tse Tung— se les negaron derechos esenciales. A pesar de ello lucharon sin descanso y se fueron imponiendo paulatinamente para que su voz fuera escuchada; lo hicieron descorriendo el velo de la ignorancia y la esclavitud, abriendo senderos de Luz hacia la libertad plena. El Patriarcado se basaba en la negación de la autoridad espiritual de las mujeres y de la divinidad femenina. Ese orden androcéntrico impregnó por entero la vida de los seres humanos en nuestro mundo conocido. Tuvieron que pasar muchos siglos hasta que el lado femenino de la humanidad comenzara a hacerse notar en las ciencias, las artes y el pensamiento.